Reseña. «El peso de vivir en la tierra» de David Toscana

Reseña El peso de vivir en la tierra

El peso de vivir en la tierra del mexicano David Toscana fue anunciada como ganadora del V Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en mayo de este año. Con una imagen de portada bastante llamativa, me dispuse a conseguir la edición de Candaya. Así que, pronto y sin espoilearme, me aventuré a su lectura.

Cosmonautas mexicanos

Los soviéticos habían bautizado «cosmonautas» a sus aventureros; los gringos, siempre menos poéticos, les llamaron «astronautas». Había un abismo de carga lírica entre el «cosmos», que era el universo, el todo, el infinito, y el «astro», que significa estrella, apenas una parte minúscula de la creación.

Afectado por la noticia de la muerte de unos cosmonautas soviéticos durante su aterrizaje, Nicolás decide padecer por sí mismo la vida y muerte de uno de estos viajeros rusos. Para ello, irá reuniendo a un grupo variopinto de personajes (su tripulación) a quienes les irá adjudicando determinadas características arquetípicas tomadas de las novelas, biografías, poemas o cuentos rusos que tanto ha releído. Luego de trastocar su espacio (Monterrey) en Petersburgo y comenzar a llamarse Nikolái Nikoláievich Pseldónimov, irá recreando, junto con estos desconocidos, diversas escenas y conversaciones que nos irán dejando una historia dispuesta con sarcasmo y mucha —excesiva— literatura rusa.

En tono de un Quijote moderno embebido no por novelas de caballería, sino por literatura rusa de los siglos XIX y XX, Nikolái se presenta como un sujeto enajenado, distanciado de su realidad, y con una urgida necesidad por vivir en una Rusia ficticia, idealizada, que solo se encuentra en sus libros. El delirio lo conduce a utilizar muchas de estas referencias literarias como manuales de vida, de acciones, de decisiones, de supervivencia, incluso de cómo apreciar los sentimientos que lo van colmando. Va construyendo, así, una especie de collage donde lo acompaña un tísico, un policía, un alcohólico y demás sujetos tan disociados de su realidad como él.

El cuadro iba tomando color: había en casa un tuberculoso, faltaba dinero para el alquiler [...]. La policía rondaba la casa. Ya iba siendo hora de que Marfa se ganara esos treinta rublos. 

Nikolái parte en busca de su más anhelado deseo: cruzar el cielo y llegar, tras vivir como un soviético, a la trascendencia. Pero también consigue indirectamente resaltar lo sórdido, y por tanto humano, de las personas que lo rodean, y para ello se vale de los personajes rusos más trascendentales pero tan poco ejemplares de la literatura rusa. Aunque en él conviven todas las características —autoimpuestas, claro está— más resaltantes de estos antihéroes, se dejan entrever momentos de «inocencia», donde pareciera que su delirio lo sobrepasa tanto que lo asfixia sin siquiera notarlo. Por ejemplo, uno de los momentos más ridículos —en el sentido de irrisorio y absurdo—, donde queda manifiesta esa «inocencia» —y que además me recordó a cuando don Quijote es recibido y agasajado por los duques solo para burlarse de él—, es cuando Nikolái es conducido por «agentes soviéticos» a prisión, en un intento por hacerlo padecer, tal como consignan sus obras rusas, de las angustias del encierro. Es interrogado y maltratado en una situación tan cómica como absurda, y que él acepta sin objeción dado que todo eso forma parte de su historia.

De vuelta en su encierro, [Nikolái] sentía el rostro caliente, pero no se iba a quejar [...]. ¿Qué hubiese sido Dostoyevski sin la prisión? Tal vez un narrador sentimental. ¿Qué hubiera sido Solzhenitsyn sin los ocho años en Siberia? Quizás un maestro aldeano. ¿Y Varlam Shalámov sin sus casi veinte años de presidio? Quizás un poeta pasadero. Hacía falta la prisión o cualquier equivalente, ya fuera el destierro, la enfermedad, la guerra, el hambre, algo que permitiera ver más adentro de la piel. 
 

Una novela cargada de referencias

La novela está llena de plagios, pero son plagios aceptados. Siempre doy la referencia de dónde vienen [...]. Yo voy construyendo mi edificio novelesco, pero muchas piezas para construirlo son citas extraídas de otros libros. De tal modo que el libro es novela, es historia, es biografía, es ensayo y es algo que es muy importante: una antología.*  

Tal como señala David Toscana en una entrevista [extracto en la cita anterior], El peso de vivir en la tierra es más que una novela. Aunque él menciona que «está llena de plagios», se sobreentiende que estas citas y referencias son justificadas dentro de la construcción del discurso del narrador y de la ficción. Esta novela, entonces, tiene diversos matices que la enriquecen, pero que también —bajo mi apreciación— la ralentizan. El peso de vivir en la tierra posee un estilo de narración ágil, dinámica, donde la «historia principal» (la travesía de Nikolái y compañía) es hilarante, sorpresiva y cautivadora. Sin embargo, por momentos sentía que mi lectura era interrumpida por una acotación sobre la vida de Tolstói o un comentario sobre algún cuento de Andréiev. Y estas digresiones son pertinentes, por supuesto, porque contextualizan y justifican las reflexiones y los actos de los personajes; pero también sentía que frenaban la historia de manera un tanto innecesaria. Entonces, me encontraba en la disyuntiva de querer determinar si estaba leyendo una biografía/ensayo con retazos de alguna novela (que solo sirve como ejemplo de aquella) o una historia que se supedita y depende de las biografías u obras resumidas.

Esta antología —tal como la denomina Toscana— va a resultar bastante provechosa para cualquier interesado o no en literatura rusa. Es atrayente la vasta compilación de tantos autores, algunos más destacados y reconocidos que otros, y cómo se aborda y explica su vida, muerte y obra. Muchos de estos escritores, así como sus novelas, cuentos o biografías, eran desconocidos para mí; y las citas, referencias, resúmenes y menciones de estos me resultaron atractivas no solo por un gusto personal —siempre es interesante conocer la trágica muerte de muchos de ellos—, sino porque es una suerte de compendio de literatura rusa muy provechosa —debo confesar que añadí varios de estos libros a mi inacabable lista de lecturas pendientes—. 

(A propósito de esto, unas dudas me abordaron: ¿todas las citas son realmente verdaderas?, ¿o quizá en un punto —al estilo un poco borgeano— hay algunas que forman parte de la inventiva del autor/narrador? Como me resulta imposible rastrear todas ellas, asumamos que —dentro de la ficción— todas son auténticas.)

Finalmente, El peso de vivir en la tierra de David Toscana es una novela/biografía/ensayo/historia/antología bastante recomendable y resulta atrapante desde el preludio donde se presenta el personaje y el nacimiento de su motivación. No solo aborda temas que resuenan en todo el imaginario de la literatura rusa, y que las recrea con maestría en un presente —la década de 1970— latinoamericano, sino que, al igual que en Don Quijote, logra ridiculizar esos aspectos, construyendo una novela cargada de humor y sátira justificados de inicio a fin. Pero más allá de las constantes referencias y citas, es también una novela donde los personajes transitan por lo miserable de sus vidas, tratando de aferrarse a la poca humanidad que el delirio les deja ver y de sobrellevar «su desolación ante un mundo en el que no encajan [y] al que solo pueden enfrentarse con la imaginación». 

«Tú y yo vamos a morir como cosmonautas rusos», dijo. Ella quiso zafarse del abrazo. «¿Asfixiados?», preguntó. Él la soltó y negó con la cabeza. «Nuestros corazones», dijo, «no soportarán el peso de vivir en la tierra».

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https://youtu.be/EelqjEFdAZM?t=145 (min. 2:25)


Ficha 

Autor: David Toscana (México, 1961)

Editorial: Candaya

Año: 2022

Páginas: 318

Otros libros leídos del autor: ninguno antes

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